Bájate y siéntate en el polvo, Oh virgen hija de Babilonia, siéntate en el suelo sin trono, Oh hija de los Caldeos, pues no te llamarán más tierna y delicada.
2. Toma las piedras de molino, y muele alimentos, descubre tus escudos, desnuda la pierna, deja ver el muslo, -y- pasa sobre los ríos.
3. Tu desnudez será descubierta, sí, -y- tu vergüenza será vista, -pues- me vengaré, y -como- hombre -contigo- no me reuniré.
4. -En cuanto a- Nuestro redentor, el SEÑOR de las huestes -es- su nombre, el Santo de Israel.
5. Siéntate en silencio, y ponte en la oscuridad, Oh hija de los Caldeos, pues no serás más llamada, La dama de los reinos.
6. + Me airé con mi pueblo, polucioné mi herencia poniéndola en tus manos; tú no les manifestaste misericordia, sobre el anciano colocaste muy pesadamente tu yugo.
7. + Y dijiste, Seré una dama para siempre, -y- no pusiste estas -cosas- en tu corazón, ni recordaste el final de ello.
8. Por tanto oye ahora esto, -tú- dada a los placeres, que moras con descuido, diciendo en tu corazón, -Aquí estoy-, y fuera de mí nadie más. No me quedaré viuda, ni conoceré -lo que es- perder hijos;
9. Sin embargo estas dos vendrán a ti en un momento y en un día: la pérdida de hijos, y la viudez; vendrán hasta ti a la perfección, debido a la multitud de tus hechicerías, -y- a la gran abundancia de tus encantamientos.
10. + Pues confiaste en tu maldad, -y- dijiste, Nadie me ve. Tu sabiduría y tu conocimiento te pervirtieron, y dijiste en tu corazón, -Aquí estoy-, y fuera de mí nadie más.
11. + Por ello el mal te sobrevendrá, no sabrás de donde se levanta; y la desgracia caerá sobre ti, no podrás apartarla; y la desolación de repente te sobrevendrá, -y- no lo sabrás.
12. Párate ahora con tus encantamientos, y con la multitud de tus hechicerías donde has laborado desde tu juventud, si es que así eres capaz de aprovecharte, si es que así puedes prevalecer.
13. Te agotaste con la multitud de tus consejos. Deja que ahora los astrólogos, los que miran las estrellas, -y- los pronosticadores mensuales se paren y te salven de -lo- que te va a sobrevenir.
14. Mira que serán como rastrojo, -y- el fuego los consumirá; no se librarán del poder de las llamas, -aunque- no -habrá- carbón para calentarse, -ni- fuego para sentarse ante él.
15. Así serán para ti aquellos con quienes has laborado desde tu juventud, -hasta- tus mercaderes: cada uno deambulará hasta su región, -y- ninguno te salvará.