1. ¡Oh que rasgaras los cielos, que descendieras, que las montañas se derritieran ante tu presencia,
2. Como -cuando- arde el fuego consumidor, el fuego hace hervir las aguas, para hacer conocer tu nombre a tus adversarios, -para que- las naciones puedan temblar ante tu presencia!
3. Cuando hiciste cosas temibles -que- no esperábamos, descendiste, las montañas se fundieron ante tu presencia.
4. Porque desde el comienzo del mundo -los hombres- no han escuchado, ni oído -ha- percibido, ni ojo ha visto, además de ti, Oh Dios, -lo que- él ha preparado para el que lo aguarda.
5. Sales al encuentro de aquel que se regocija y obra justicia, de -aquellos que- te recuerdan en tus caminos; he aquí, que airado estás, porque pecamos, -mas- hay continuidad en aquellos -caminos-, y salvados seremos.
6. Pero todos somos como una suciedad, y todas nuestras justicias -son- como trapos asquerosos, todos nosotros como hojas nos marchitamos, y nuestras iniquidades nos han llevado como el viento.
7. Y nadie -hay- que invoque tu nombre, que se conmueva para aferrarse a ti, pues escondiste tu rostro de nosotros, y nos consumiste a causa de nuestras iniquidades.
8. Pero ahora pues, Oh SEÑOR, tú -eres- nuestro padre, nosotros -somos- el barro, y tú nuestro alfarero, y todos -somos- la obra de tu mano.
9. + No te aíres sobremanera, Oh SEÑOR, ni te acuerdes por siempre de la iniquidad, observa -y- mira te imploramos, -somos- todos tu pueblo..
10. Tus santas ciudades son un yermo, Sion es un yermo, Jerusalén una desolación.
11. Nuestra santa y hermosa casa, en donde nuestros padres te alababan, ha sido quemada con fuego, y todas nuestras cosas preciosas yacen en escombros.
12. ¿Vas a refrenarte ante estas -cosas-, Oh SEÑOR? ¿ a guardar silencio, y a afligirnos sobremanera?