¡Ay de aquellos que bajan a Egipto en busca de ayuda, se apoyan en caballos, y confían en carrozas, por -ser- muchas, y en jinetes, porque son muy fuertes, mas no miran al Santo de Israel, ni buscan al SEÑOR!
2. Sin embargo el también -es- sabio, y traerá el mal, y no se retractará de sus palabras, sino que se alzará contra la casa de los que hacen males, y en contra de la ayuda de los que obran iniquidades.
3. Ahora pues, los Egipcios -son- hombres, y no Dios, y sus caballos carne, y no espíritu. Cuando el SEÑOR estire su mano, tanto el que ayuda, como el ayudado caerán, y fracasarán juntos.
4. Pues así me habló el SEÑOR: Como el león -viejo- y el joven -que- le rugen a su presa, cuando una multitud de pastores se llama contra él, -y- sus voces no le dan miedo, ni se rebaja ante el ruido de ellos, también el SEÑOR de las huestes bajará a pelear por el monte de Sion, y por aquella colina.
5. Como pájaros en vuelo, así el SEÑOR de las huestes defenderá a Jerusalén, defendiendo y también librando; pasando por encima -la- preservará.
6. + Volveos a -aquel contra- quien los hijos de Israel se han rebelado abiertamente.
7. Porque en ese día todos los hombres arrojarán lejos sus ídolos de oro, que vuestras propias manos han hecho -para- pecar.
8. + Entonces el Asirio caerá ante la espada, no de un guerrero, -ni- será devorado por la espada de un hombre común, sino que huirá ante -cualquier- espada, y sus jóvenes se avergonzarán.
9. Y pasará hasta su fortaleza con temor, y sus príncipes tendrán miedo de la insignia, dice el SEÑOR, cuyo fuego está en Sion, y su horno en Jerusalén.