¡Oh que rasgaras los cielos, que bajaras, -y- que las montañas se derritieran ante tu presencia,
2. Como -cuando- el ardiente fuego consumidor hace hervir las aguas, para que tu nombre sea conocido por tus adversarios, -y- las naciones puedan temblar ante tu presencia!
3. Cuando hiciste cosas temibles -que- no esperábamos, bajaste, -y- las montañas se fundieron ante tu presencia.
4. Porque desde el comienzo del mundo no se ha escuchado, ni oído -ha- percibido, ni ojos han visto, además de ti, Oh Dios, -las cosas que- él ha preparado para aquel que lo aguarda.
5. Sales al encuentro de aquel que se regocija obrando justicia, de -aquellos que- se acuerdan de ti en tus caminos; -mas- he aquí, que estás airado, porque hemos pecado, en esos -pecados- continuamos, y -un día- seremos salvados.
6. Pero todos somos como una suciedad, y todas nuestras justicias como trapos asquerosos, todos nosotros como hojas nos marchitamos, y nuestras iniquidades nos han llevado como el viento.
7. Y nadie -hay- que invoque tu nombre, que se conmueva para aferrarse a ti, pues escondiste tu rostro de nosotros, y nos consumiste a causa de nuestras iniquidades.
8. Pero ahora pues, Oh SEÑOR, tú -eres- nuestro padre, nosotros barro, y tú nuestro alfarero, y todos -somos- la obra de tus manos.
9. + No te aíres sobremanera, Oh SEÑOR, ni te acuerdes por siempre de las iniquidades, observa -y- mira, te imploramos todo tu pueblo.
10. Tus santas ciudades son un yermo, Sion lo es, -y- Jerusalén una desolación.
11. Nuestra santa y hermosa casa, en donde nuestros padres te alababan, ha sido quemada con fuego, y todas nuestras cosas preciosas yacen en ruina.
12. ¿Vas a refrenarte ante estas -cosas-, Oh SEÑOR? ¿ a guardar silencio, y a afligirnos sobremanera?